Día 5




Tin ton... (el timbre del Supermercado suena. Está ubicado a una cuadra de donde vivo).

Volver. Volver a lo que alguna vez fue un ejercicio de consistencia y como muchas de las cosas que he querido conquistar, he dejado de insistir.


En un parlante se escucha a un oficial del ejército pedir colaboración a los ciudadanos que transitan la calle buscando ir al mercado, alimentación o estanco más cercano. Es a lo único a lo que se puede salir...

Será un ejercicio terapéutico, a través del cual buscaré desahogarme ante toda duda que me genera la primera real guerra mundial. Entendiéndose esta como la batalla de la humanidad por un enemigo silencioso, sin rostro. La lucha por nuestras vidas, forma de vivir, de trabajar. Nuestra manera de entender el mundo. 

El día 5 empezó con la noticia de la otra cara frente al Corona Virus: las consecuencias económicas. Al ser un hombre de radio, busco informarme escuchando. Periodistas, expertos, panlistas. El reel de voces habitual en Hoy x Hoy. Esta mañana, al abrir la aplicación de la Cadena Ser escuchaba a Àngels Barceló preocupada. No es para menos. Al final todos estamos con el mismo saco, ese que llenamos de ansiedad, dudas, miedo.

Y las preguntas no se hacen esperar. Mientras la escuchaba dando paso a la "tonelada" de noticias negativas entorno al COVID-19 me preguntaba (y seguro ella también):  ¿qué va a pasar? ¿cuánto tiempo va a durar? ¿cuánto tiempo tendremos que estar encerrados? ¿La cura llegará? ¿qué dicen en el grupo de WhatsApp? ¿tú qué piensas?

Pintaba un día más triste que el de ayer. Paso seguido, revisar lo que sucede en mi país. Cuál es el parte de tranquilidad daba Duque, el criticado presidente. El de Colombia. Mi presidente. La noche de ayer los colombianos lo veían a la espera de medidas para poder tener algo de calma en ese ambiente de incertidumbre. Estado de emergencia, anunciaba el mandatario. Medidas facultativas para que el presidente en el campo económico y social pudiera tomar decisiones. La económía, otra vez. Las empresas, otra vez.

Y en medio de esas declaraciones la reacción en redes, no solo entorno al virus. En medio de tan triste noticia, Publicaciones Semana anunciaba recortes. Realmente la noticia se filtraba por cuenta de los propios comunicadores que desde sus redes anunciaban la medida. Esa medida que, como si no fuera suficiente con tener que vivir en un país donde la cifra de líderes sociales asesinados es más alta que la de muertes por el COVID en el mundo, donde si los periodistas no fueran lo bastante mal pagos, donde la incertidumbre social media hacía prever que en cualquier momento había que confinarse y trabajar desde la casa (quienes pudieran hacerlo), esos periodistas ahora les tocaba pilotear  la tusa, por no tener trabajo. Tras de cotudo con paperas, diría mi mamá. 

El debate de las vidas está ahí, latente. Al final lo que está en juego es nuestra mortalidad. Lo que está en riesgo es la salud. Lo que se está jugando es un pulso entre rantelizar la propagación de un virus para buscar a todo los infectados. Un pulso entre quienes prefirieron una salud privada a una pública. Es una carrera que por sus características obliga a tener más recursos que los destinados por los gobiernos a los organismos sanitarios para vencer la propagación del virus.

Mierda, es que son muchos los pulsos que se están jugando. Y muchas las preguntas que quedarán para analizar tras superar esta emergencia; ¿Debe ser la salud un bien privado? ¿No es el momento de entender que una salud pública y para todos es necesaria? ¿qué deben hacer los Estados con las empresas privadas? ¿Se debe pensar en la nacionalización de las compañías para que estas no despidan de manera masvia a los trabajores? Al menos el gobierno Macron ya lo puso sobre la mesa, de ser necesario.

El Gobierno de Pedro Sánchez en España ha sido respaldado gracias a sus medidas en ese sentido. La crisis de 2008 todavía mostraba heridas abiertas a 12 años de haberse dado y la mayor preocupación entre la comunidad era el paro. El desempleo, cómo iban a pagar sus hipotecas, los servicios, la renta, el mercado. Cómo vivir en una economía donde trabajar en negro era más que habitual y normalizado, no solo para migrantes, para los propios españoles.

Uno de mis compañeros de piso, donde vivimos, nos contaba que su preocupación es que el trabajo que tiene entre semana (tiene 2 trabajos) le había dicho que no podía volver hasta que se terminaran las medidas de confinamiento. Él no es extranjero, es español. Y para vivir debe laburar entre semana en una fábrica de tornillos y los fines de semana como mesero en un bar. Para su segundo trabajo afortunadamente le dieron una moto para la entrega de domicilios. Entenderán las preguntas a futuro sobre este.

Nos queda el debate que mentalmente hacemos todos, pero no queremos decir en público. Ese que entendemos a medias, por decisión o ignorancia. El que tiene a todos los gobiernos del mundo en jaque: El sistema, capitalismo, consumismo, llámelo como quiera. El planeta mejora con cada reclusión que vemos. Pero,  ¿Si debemos estar en cuarentena, cómo se supone que funcionará la economía mundial? ¿si cerramos aeropuertos, quebrarán las aerolíneas? ¿quebrarán las empresas? ¿debería preocuparme si ellos no se preocupan por mí? Si cerramos fronteras, ¿alguna vez podremos salir? ¿alguna vez podremos volver?

"Tin ton"... Otra vez el sonido del Lidl, el supermercado que está a 1 cuadra de donde vivo. Ese sonido que solo podía oir cuando estaba allá, pero que hoy escucho más claro por la ausencia de ruido, ese mismo que no permitía ni escuchar los pájaros que viven en los naranjos y árboles al frente de mi casa.

¿Y si somos nosotros el virus del cual La Tierra busca protegerse?


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